lunes, 13 de mayo de 2013

Temor y fascinación


Puede que, si frecuentáis mucho el monte, hayáis tenido la oportunidad de sentir esa extraña mezcolanza de temor y fascinación cuando te topas con una víbora. Por desgracia, hoy en día el sentimiento que predomina en la mayoría de la gente es el primero, y puede llegar a ser tan fuerte que se acabe atacando y matando al animal; lo que es más, el desconocimiento puede llevar a agredir incluso a otro tipo de culebras que, aunque se asemejen a las víboras, son totalmente inocuas. Aunque a veces también pasa lo contrario: que una serpiente esté en el río no descarta que pueda ser una víbora.

Víbora hocicuda. Foto de Daniel Gómez, Víboras de la Península Ibérica

Por todo ello, lo mejor que podemos hacer, tanto si amamos como si tememos a estos seres, es conocerlos mejor. Aquí van unas pocas generalidades que nos pueden ayudar.

En la Península Ibérica encontramos sólo tres especies de serpientes peligrosas para el hombre: las tres víboras. Existen otras serpientes, como la culebra bastarda -que no se encuentra por nuestra zona-, que tienen veneno, pero es muy difícil que nos lo inoculen, ya que sus colmillos venenosos se encuentran en la parte trasera del paladar (opistoglifas). En el valle del Rudrón y alrededores tenemos el privilegio de ser el único lugar de España que alberga simultáneamente a las tres especies de víboras.
  • Víbora áspid (Vipera aspis): esta especie está restringida a la zona nororiental de la Península. Es la más grande, si bien las víboras no suelen superar los 70cm. Se puede diferenciar por una banda oscura tras los ojos, aunque las víboras pueden ser muy polimorfas; el color varía entre gris y pardo. Una de las subespecies posee el veneno más potente de todas las víboras españolas, si bien la cantidad que inocula en cada mordisco suele ser inferior al de la hocicuda.

    Cría de Áspid en San Felices

  • Víbora de Seoane (Vipera seoanei): se trata de un endemismo ibérico, distribuyéndose por el noroeste peninsular. Se trata de la víbora más pequeña y se diferencia fácilmente de las otras dos porque carece de la protuberancia al final del hocico. La subespecie cantabrica posee el veneno más potente, similar al de la áspid.


    Vipera seoanei seoanei atropellada, Sedano

    Víbora de Seoane. Foto de Daniel Gómez, Víboras de la Península Ibérica

  • Víbora hocicuda (Vipera latastei): se distribuye por prácticamente toda la Península a excepción de la franja norte. A pesar de tener un área de distribución mayor a las anteriores, se encuentra amenazada (categoría IUCN Vulnerable) debido a la pérdida de hábitat y a su matanza injustificada. Se la diferencia del resto por la marcada protuberancia en el hocico.
Víbora hocicuda. Foto de Edgar Wefer, Víboras de la Península Ibérica


En general, reconocer a una víbora es mucho más sencillo que a las distintas especies: normalmente presentan un dibujo en zig zag en el dorso; la separación entre el cuerpo y la cabeza es muy marcado, siendo la cabeza triangular e hinchada; por último, sus pupilas, a diferencia de las culebras, son verticales y no redondeadas. Este último hecho es el más relevante, ya que existen especies de culebras, como la culebra viperina, que imitan no sólo la forma, sino incluso el comportamiento de las víboras, sin tener nada de veneno.

Culebra viperina, río Rudrón


Aunque es difícil que una mordedura de víbora se complique en personas sanas, es recomendable acudir al hospital cuanto antes por si fuera necesaria la aplicación del antídoto.

Finalmente me gustaría instar a los amantes de la naturaleza a olvidar los antiguos odios y creencias populares y aprender -eso sí, siempre con cautela- a apreciar a estos animales tan fascinantes como indispensables para el correcto funcionamiento del ecosistema, así como un tesoro de nuestra fauna ibérica.

Para más información consultar: http://www.viborasdelapeninsulaiberica.com/
Siento tener tan pocas fotos propias, ¡pero fotografiar víboras es un deporte de riesgo!