domingo, 24 de noviembre de 2013

Los frutos del otoño

El verde se torna en dorado en el valle del Rudrón, aunque las perpetuas hojas de la encina se resisten al cambio cromático.

Monte de San Felices

Un buen chaparrón seguido de unas horas de sol y el terreno estará preparado para recibir a las estrellas del otoño: las setas. En esta comarca disfrutamos de una gran variedad de tipos de setas gracias a la diversidad de ambientes -encinares, pinares, hayedos, páramo-. Basta con salir al jardín para vislumbrar unos tímidos botones de hongos, aunque, desgraciadamente, no todos son comestibles.

Seta desconocida en el pinar

La primera regla para coger setas es conocerlas: hay que estar muy seguro de la especie que estamos cogiendo, esto es, no recogemos todas las setas que vemos y nos las llevamos a casa, sino que hay que ir con la tarea hecha y escoger aquellas que reconocemos a la perfección. Para ello existen numerosas guías de setas que deberíamos tener a mano. Ante la duda, se deja en su sitio. La segunda es asegurarse de que estamos en una zona libre, ya que cada vez más nos encontramos con cotos de setas, a los que hay que inscribirse. Además, hay que ser respetuoso con la naturaleza y con las propias setas: si hemos cortado una que finalmente no nos interesa, debemos dejarla en su sitio y posición original. Es recomendable recolectar las setas en cestas de mimbre, de forma que puedan airearse y dejar caer sus esporas: así, otras personas y animales, o quizás nosotros, podremos seguir disfrutando de las setas en un futuro.


Parasoles y champiñones en cesta
Existen muchas especies comestibles por la zona, y podremos encontrarlas en casi cualquier ambiente, aunque hay que saber bien cuándo y dónde mirar. Si decidimos ir a coger níscalos -Lactarius deliciosus- nos acercaremos al pinar más cercano. Los níscalos son setas de fuerte color anaranjado que crecen entre las agujas. Son unas setas muy codiciadas por su intenso sabor -el nombre científico lo dice todo- y se pueden cocinar de muchas formas: en guisos, como un guiso de jabalí, en revuelto, en ensalada templada, o simplemente fritos con ajo.

Pinar de San Felices: en busca del níscalo

Unas de las primeras setas en salir son los champiñones: a partir de otoño y hasta entrado el invierno, los pastos secos del páramo se presentan moteados de blancos botones de champiñón. Son muy fáciles de reconocer, aunque se deberá tener mucho cuidado, ya que se pueden confundir con especies muy venenosas tales como la Amanita phalloides. 

Champiñón

Si lo que queremos son setas llamativas, los parasoles o macrolepiotas siempre nos sorprenderán con su tamaño. Son fáciles de identificar y avistar; crecen en encinares entre los brezos, generalmente en zonas altas -parameras-. Cuidado con coger siempre especímenes grandes, ya que sus hermanas, las microlepiotas, son venenosas. Con un solo parasol nos podemos arreglar la cena: rebozado con cerveza o en revuelto.

Parasoles

Entre las hayas y los pinos se esconden boletus de distintas formas y colores, aunque el más apreciado, Boletus edulis, se esconda muy eficazmente. Cuidado con el colorido Boletus satanas.

Boletus

Existen infinidad de especies comestibles de setas, y su identificación y recogida constituyen un bonito hobby: si nunca has cogido setas, prueba a ir con algún amigo o conocido que sepa, o acércate a la feria anual de setas que se celebra en Valdelateja en noviembre: allí se reúnen grandes entendidos y muchos aficionados a compartir sus conocimientos y hallazgos.