A veces me
gusta internarme en el bosque, perderme en el páramo -allá donde la mano de la
civilización apenas alcanza-, alzar la vista y contemplar el paisaje. Un
paisaje que podría ser similar al que viera el primer hombre que pisó el valle.
Y me pregunto: ¿le sobrecogería igual? ¿Qué pensaría del Perentón? ¿Que es un
gran Dios, alzándose imponente, vigilando su paso?
Sobre quién fuera aquel hombre, tampoco tenemos respuestas
claras. Los volubles y escasos datos que la arqueología nos regala, apuntan al Homo antecessor, el que se cree que es
ancestro del H. heidelbergensis y del
famoso H. neanderthalensis. El antecessor vivió desde hace al menos
900.000 años en la sierra de Atapuerca, por lo que parece probable que también
se extendiera por otras zonas habitables de la Península , y el valle
del Rudrón no se encuentra lejos.
Este primer hombre que pisara lo que hoy llamamos tierras de
San Felices se movería con destreza en un bosque espeso de encinas y robles,
similar al actual. Por aquel entonces reinaba un clima cálido y húmedo, aunque
esto estaba a punto de terminar (paso del Pleistoceno inferior al Pleistoceno
medio, con un clima más frío y seco y un retroceso de los bosques). Siguiendo
el río, habría realizado un descanso en el Pozo Azul, en Covanera. Siendo
verano y haciendo calor, ¿por qué no un chapuzón?
Pero no encontrarían a nadie. Unos buenos refugios para el
campamento de verano, eso, sí: la
Cueva de los Moros, de existir -como tal- por aquel entonces, tendría el
suelo mucho más abajo (son evidentes los desprendimientos del techo y el
rellenado sedimentario). Un manantial en la puerta de casa y el río a escasos
cientos de metros, viviendo bajo la sombra del gran dios –el Perentón-.
Cuál sería la sorpresa de estos
jóvenes, cuando se internaran en la cueva y descubrieran que, si bien no
humanos, unos colosales leones cavernarios defienden su hogar.
Enseñarían asustados las toscas
lanzas, y, piernas: ¿para qué os quiero? De vuelta al río, a esconderse entre
los carrizales y, ya de paso, aguardar a ver si se acercan unos uros a abrevar.
Y en esa carrera desenfrenada, a nuestro amigo antecessor se le caería un hacha al río.
No tenemos forma de saber si estos
hombres se quedaron, prosiguieron hacia el norte o jamás llegaron al valle. De
momento, entre campaña y campaña de excavación de Atapuerca y sus
publicaciones, que gustan más en casa que los Reyes Magos, seguiremos hozando
entre las piedras, tratando de encontrar esa triste hacha que el río Rudrón
lleva 900.000 años puliendo.
Elisa R. Bañuelos
Fuentes: http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/sapiens/2011/04/10/atapuerca-clima-y-homininos.html
basado en “Pleistocene environmental and climatic Change and the Human
Expansion in Western. Europe: a case study with small vertebrates (Gran
Dolina, Atapuerca, Spain)” de la Doctora Gloria Cuenca.