Ayer fue la fiesta de San Felices y estoy cabreada. No es por
la fiesta, que también -muchos años han pasado desde aquellas fiestas
multitudinarias en el chiringuito, cuando venía más de medio valle-, sino por
el panorama que me he encontrado cuando he bajado al río.
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Orilla del río arrasada |
El
camino del río, por si no fuera ya suficientemente grande, casi ha doblado su
tamaño, a costa de talar todos los salcillos, sauces, fresnos y arbustos que
formaban este estupendo sotobosque y, para colmo de males, lo han dejado todo
seco ahí apilado. A ver si arde.
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Misma ribera en su estado natural |
Desconozco
la razón y el responsable, pero no le encuentro el sentido. El bosque de ribera
es el ecosistema más amenazado en España y seguimos arrasándolo año tras año
sin pudor alguno.
En lo
primero que he pensado es que si el supuesto Parque Natural en el que nos
encontramos funcionara y no fuera una simple declaración en un Real Decreto,
sin casa del parque, sin controles, sin supervisión, etc., esto y otras muchas
cosas no habrían pasado o, al menos, no impunemente.
Después
me he dado cuenta de que, si bien las autorizaciones y sanciones, en
definitiva, la autoridad es necesaria, el origen del problema enraíza mucho más
profundo: la educación y la concienciación de los habitantes.
A lo
largo de mi vida, y más especialmente en los últimos años, tras estudiar la
carrera y tener algo de conocimiento de causa, he visto en estas tierras una
amplia colección de atropellos contra la naturaleza de diversa índole y
gravedad. Sé que pocos se deben a la simple y llana maldad de algunos
individuos, y que nunca se podrán erradicar del todo; otra gran parte son
debidos a transgresiones, a veces justificadas, de normas escritas o no; pero
la gran mayoría de estos agravios se deben al desconocimiento de la población
de su entorno, que generalmente, incluso con buena intención o inocencia,
producen pequeños desequilibrios del medio que se acumulan y sinergian causando
graves problemas.
En este
punto volvemos otra vez a las autoridades, las supuestas responsables de
nuestra educación que, visto lo visto, hacen muy mal su trabajo. Es cierto que
la concienciación ambiental de nuestro país está creciendo, pero hasta ahora es
sólo una alarma que, puntualmente, salta en nuestro cerebro a la hora de
reciclar o hablar del cambio climático. Y, sin embargo, no sabemos cómo
responder a situaciones cotidianas simples que pueden ayudar al medio ambiente
y a nosotros mismos a la vez. Ahí van algunos clásicos que a muchos les sonarán
familiares:
- No eches herbicida a los "malditos" tréboles:
aunque tengas tu césped medio invadido, los tréboles aportan verdor, color con
sus flores, abejas y otros insectos benignos y, sobretodo, nitrógeno. Las
leguminosas como los tréboles y la alfafa fijan el nitrógeno atmosférico y lo
incorporan a la tierra en una forma disponible para las plantas. Los nitratos
son esenciales para el crecimiento de todas las plantas y desaparece
rápidamente del suelo. Mucha gente opta por echar fertilizantes, a veces de
forma desmedida, que pueden contaminar las aguas subterráneas y los ríos -no
olvidemos que los nitritos causan enfermedades que pueden llegar a ser
peligrosas en los bebés-. En la zona del Rudrón, la tierra es bastante pobre y
porosa, de forma que los fertilizantes percolan sin haber sido absorbidos por
las plantas. Una buena combinación de plantas autóctonas puede reducir
enormemente los requerimientos de fertilizante.
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Trébol campestre |
- Utiliza plantas autóctonas: las plantas alóctonas no están
adaptadas al tipo de suelo -calizo o ácido, rico o pobre-, el clima y los seres
vivos -aves, insectos, hongos, bacterias, tanto benignos como malignos-, de
forma que probablemente mueran, crezcan mal o no den frutos. Además, pueden
contagiar enfermedades a las demás plantas autóctonas. Requerirán abonos y
fertilizantes en demasía, resultando caros y contaminantes. Sin embargo,
siempre existe una amplia gama de hermosas y útiles plantas autóctonas que se
darán de maravilla sin casi cuidados y beneficiando al ecosistema. Pregunta a
alguien que sepa o busca una guía.
- No sueltes animales donde no pertenezcan: ya no se trata
sólo del grave problema de las especies exóticas, como la rana toro, el visón
americano o la tortuga de florida, sino de cosas tan simples y comunes como
poner carpas u otros peces en los pilones. Porque, aunque resulte estúpido, hay
gente en San Felices que se ha pegado -varias veces- la paliza de subir a la
Campera a echar carpas al pilón, quizás para hacer la gracia, quizás pensando
que un poco de vida vendría bien, y desde entonces las salamandras que criaban
allí todos los años ya no están. Y esto es un serio problema, porque los
anfibios están muy amenazados, y yo ya no conozco más sitios en San Felices
donde críe la salamandra.
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Carpas en el pilón de la Campera |
- No utilices plaguicidas: excepto en casos muy preocupantes
y de manera controlada, siguiendo las instrucciones. La mayoría de los
plaguicidas, aunque no son lo que eran antaño, siguen bioacumulándose en la
cadena trófica y causando graves daños en el ecosistema e incluso en las
personas. Si utilizas insecticida, las aves, los lagartos, los erizos, los
murciélagos y los sapos no tendrán de qué alimentarse o se envenenarán con
ello. Si hubiera suficientes de estos simpáticos animales en tu jardín -existen
multitud de trucos para favorecerlos- no habría problemas de plagas. Además, un
plaguicida mal utilizado -exceso, defecto, malos tiempos- puede fomentar la
plaga.
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Lagarto verdinegro en la orilla del río, ahora, desprotegido |
- No mates ni ataques animales: aunque creas que sean
venenosos o feos. Casi todo el mundo piensa que los sapos son animales inmundos
y venenosos; sin embargo, se trata de animales clave en los ecosistemas,
simpáticos y rara vez dañinos. Algunos sapos, si se sienten amenazados, pueden
exudar una sustancia urticante por la piel, que si entra en contacto con los
ojos pica, pero nada más. Se comen los insectos y caracoles de tu huerta y no
te inportunarán, al igual que los lagartos o los murciélagos.
Otro gran incomprendido del mundo animal son las serpientes:
primeramente, hay que decir que casi ninguna serpiente es venenosa, sino que
son culebrillas inofensivas. Las únicas venenosas son las víboras, por cierto
amenazadas, que se distinguen perfectamente por su pupila vertical -para más
información ver entrada de víboras-. Las serpientes se comen a los ratones y
ratas. Si te molestan cerca de casa, basta con coger un retel o un cubo y echarlas fuera: probablemente no
quieran volver.
- No alteres el medio físico: detalles tan pequeños como la
minúscula presa que hicieron ayer unos niños en el río puede afectar
negativamente al ecosistema: si el agua no circula bien, las algas muertas se
acumulan, no dejan pasar la luz a las algas del fondo y los ranúnculos, unas
flores preciosas, mueren; las culebras de río no se puede refugiar en estas
algas, su principal escondite, y están a merced de las nutrias; el agua se
estanca y se pudre. No digo que no se pueda jugar, pero hay que intentar dejar
el medio como se encontró. Muchas personas, buscando cangrejos, dan la vuelta a
las piedras del fondo del río y no las vuelven a colocar, y esto mata a las
algas, los invertebrados que vivían debajo -base del ecosistema fluvial- y deja
desprovistos de refugio a los cangrejos, los peces o las culebras.
- No alimentes a los gatos callejeros: es cruel, pero a la
larga es mejor para ellos y para todo el mundo, pues probablemente mueran en
invierno de frío o falta de alimento. Los gatos de pueblo deben estar
castrados, ya que crían de forma descontrolada y suponen un grave problema para
el ecosistema: transmiten enfermedades graves a las personas y otros animales;
y depredan todo lo que encuentran: acaban con todos los lagartos, lagartijas,
crías de aves, musarañas y demás animales que encuentran, empobreciendo
gravemente el ecosistema y diezmando especies amenazadas. De hecho, el gato se
considera, después del ser humano, la especie actual que más especies ha
extinguido.
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Culebra viperina saliendo bajo un alga a tomar aire |
Finalmente,
queda claro que un ecosistema completo es un ambiente sano, que se autorregula
y funciona, y nosotros podemos formar parte de él y beneficiarnos si aprendemos
a respetarlo y comprenderlo. Esto es la base de la ecología, pertenecer al
ecosistema, y es lo que debe aprender la sociedad y, más especialmente, los
niños. Porque hay muchas cosas que hacemos mal por desconocimiento, pero eso se
puede arreglar fácilmente entre todos.
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Ranas verdes en la piscina del balneario de Valdelateja |
Existen
una infinidad más de problemas y soluciones sencillas, y estaré encantada de
recopilar y publicar cualquier sugerencia o pregunta en entradas siguientes.